Fue entonces cuando una voz inteligente me explicó que la vocación no era exactamente el deseo de hacer algo, sino la imposibilidad de dejar de hacerlo. Era un privilegio, pero también tenía un límite: no sería otra cosa que lo que debía ser, aquello para lo que había nacido y tenía una sola obligación, la de crecer. No podía ocuparme tanto del don, si es que alguno tenía, sino que debía entrenarme para conducir ese don, lo que con el tiempo comprendí que era el verdadero talento . Tolerar, ser paciente, fracasar mil veces y triunfar de modo y maneras no previstos. Era cuestión de despojarse, ser más frágil hasta el límite de lo posible. Era cuestión de no saber. Por el propio bien y el ajeno, creo que el éxito es trabajar . El éxito es trabajar, porque el premio es continuar ".